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August 27, 2024
No suelo escribir reseñas. Solo he escrito una primera y esta última, las dos relativas al hotel Louxo enclavado en la isla de La Toja. La primera reseña la realice hace 15 años, aproximadamente, cuando en agosto pasaba unos días de descanso. El hotel soñado para mí: un trato exquisito, habitación amplia y confortable, vistas a la ría, magnífico desayuno buffet, su centro de talasoterapia y precio razonable. Desde entonces en pocas ocasiones falté a la cita de agosto. Dediqué más bien la reseña a escribir sobre el estado de abandono de la isla, ya que vi cómo la gente que la visitaba tiraba la basura, principalmente botellas de plástico y de cristal, directamente en la ría junto al muro de contención, pidiendo la colocación de papeleras, que no existían. Recuerdo que la reseña, antes de escribirla, se la comenté personalmente al director de entonces, D. Manuel Amuedo, que significó el inicio de una cálida relación personal. En no pocas ocasiones venía personalmente a saludarme en el desayuno o en la zona de las tumbonas. Lo recuerdo con cariño. Confieso que me quedé sobrecogido el año que ya no lo vi de director, porque tenía asumido que, además de director, era casi dueño del hotel. Su presencia era constante y tenía su habitación en el hotel. Tengo que decir que me alegré mucho de que <> Valladares fuera posteriormente la directora, después del corto período de Laura Fernández (subdirectora antes), porque también, en el tiempo en que fue director D. Manuel, mantuve trato con ella en el comedor durante el desayuno, ya que todas las mañanas supervisaba personalmente dicho servicio. Por supuesto, mi relación personal fue más intensa con las chicas de recepción, principalmente Silvia Rivas, María Aguirre y Clara Rivera, y con Mercedes, que todavía hoy atiende como nadie las comidas al mediodía en el bar cafetería del hotel. Nunca una mala palabra o un mal gesto, siempre una sonrisa por parte de todos. Llegó a tal punto nuestra cercanía personal que el año que no había llamado o escrito con tiempo para reservar en agosto recibía un email de recepción, sin duda por encargo de la dirección, como el que transcribo literalmente (<>). Impresionante las muestras de cariño. Jamás me había sucedido algo parecido. Sin duda, algo habíamos tenido que hacer bien para recibir semejante trato. Un año, no recuerdo bien cual fue, en el que celebramos un aniversario importante para la propiedad tomando un coctel preparado por un profesional en la terraza de la piscina, tuvimos la oportunidad de intensificar nuestra relación personal conociendo al señor que estaba por encima de la dirección, concretamente a Luciano Martínez Carballal, hijo del noble y admirado empresario gallego don Luciano Martínez Pérez. En esa conmemoración, el hijo pequeño del gerente, <>, conoció a mi hijo Borja, ambos de la misma edad. Si no hubiera sido profesor de derecho me habría gustado ser médico (como mi abuelo, compañero y amigo de Ramón y Cajal), pero de balneario.
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